El estilo de Echo McCallister es inocente, infantil, primitivo. De su mano –y sin ser muy consciente de ello– manan personajes y formas llenas de sencillez. Explora las posibilidades de expresión del color y recrea paisajes protagonizados por seres fantásticos: libélulas, flores gigantes, árboles desnudos... Todo ello con un sello ingenuo, próximo al de otros artistas del siglo XX, como Miró o Jasper Johns.

Echo nació en West Virginia en 1945 en el seno de una familia numerosa y humilde. Desde muy pequeño se escondía en su cuarto para pintar sobre todo tipo de soportes (latas, posavasos o cualquier cosa que encontrara). Fue tras su ingreso en el Spenser State Hospital cuando –con la ayuda de sus terapeutas– comenzó a utilizar otros materiales e invadió su obra esta explosión de color tan matissiana.